La ciudad de Puebla, famosa por su mole, sus dulces, su Talavera, su Señor de las Maravillas y su atractivo centro histórico, tiene una historia singular.El 16 de abril de 1531, onomástico del fundador, fray Toribio de Benavente Motolinía, dio comienzo al experimento de “hacer una puebla” de españoles, asentamiento exclusivo para los que sin oficio ni beneficio vagaban por la Nueva España alterando el orden, vejando a los naturales y dando un pésimo ejemplo. Los franciscanos pensaban que de ese modo se arraigarían, se despertaría en ellos el amor a la tierra y se dedicarían a trabajar practicando las técnicas y los modos de España.
La Puebla de los Ángeles fue también sede de leyendas y sucedidos, desde los frailes que encadenados vienen a rogar por sufragios, hasta la Llorona y el Nahual; tragedias como la del poeta Gutierre de Cetina, el de los “Ojos claros, serenos...”, herido mortalmente al llevar una serenata; o las travesuras de Martín Garatuza; sin olvidar al judío Diego de Alvarado que fue sorprendido azotando a un Cristo de marfil, en venganza por las persecuciones a sus correligionarios, o al impostor don Antonio de Benavides, falso visitador cuya cabeza fue expuesta en el pórtico de la Compañía.El cronista del siglo xviii, don Miguel de Alcalá y Mendiola, entusiasmado en su obra e inspirado en la grandeza de la ciudad, no pudo contener el arrullo de las musas y escribió:Si la angélica ciudad,Del cielo mide tu suelo,Te constituye de cieloPara mayor dignidad,No tuvieron igualdadTus principios soberanos,Que admiran por ciudadanos,Cuando el cielo se despuebla,Los ángeles en la PueblaY en la gloria cortesanos.
0 comentarios:
Publicar un comentario